domingo, 10 de mayo de 2015

El hombre lobo y el hombre sirena

PAJARRACO
El otro día Pajarito tuvo que escribir una redacción para el colegio. Fascinado con la magia, las criaturas fantásticas y los héroes con facultades extraordinarias, acabó llevando la historia a su terreno. El resultado fue este cuento, su primer cuento. Pajarito está muy orgulloso. Pajarraco, también. Esperamos que os guste.

PAJARITO
Érase una vez un niño llamado Martín que tenía un amigo llamado Sergio.

Una noche de luna llena Martín vomitó pelo y le crecieron las uñas. ¡Se estaba convirtiendo en un hombre lobo! Sergio se convirtió, ¡en una sirena! Se quedaron muy sorprendidos.






En el cole no lo revelaron y Sergio le dijo a Martín: “Hoy en el recreo entrenamos con los poderes, ¿vale?”. Y así lo hicieron. 

Una noche de luna llena, como ya sabemos, los dos amigos se fueron a su hábitat. ¡Y les nombraron líderes! 

En el recreo le contaron todo; al final todos los amigos se enfadaron pero después lo entendieron y les perdonaron. Todos los días había alguien que les desafiaba pero siempre Martín ganaba.  En el comedor cuando había carne aullaba. 



Aunque tenían poderes en el cole no los utilizaban porque podían asustar a los más pequeños. Por eso nunca se separaban, así controlaban el poder.

Se parecían mucho, pero mucho, a primera vista parecían hermanos gemelos…

Pero sobre todo estaba su amistad y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Fin 


martes, 3 de septiembre de 2013

Pajarito y las gafas mágicas

Jaime y las gafas mágicas, de Anatxu Zabalbeascoa. Dibujos de Telmo Rodríguez. Art Blume S.L., 2010

 

PAJARITO:
Trata sobre un niño que no quería ponerse gafas. Cuando las llevaba al cole sus amigos se reían de él y otros tenían miedo de rompérselas. Un día Pepo, la mascota de la clase, se perdió y fue Jaime, con sus gafas rojas, el que la encontró. 




Cada vez que se perdía algo llamaban a Jaime y Jaime lo encontraba, así que le empezaron a gustar las gafas.

Yo también llevo gafas. Desde que las tengo veo mejor. Me ha gustado que un libro trate sobre llevar gafas.  

Lo mejor es que lo puedo contar como si Jaime fuese yo, con mi nombre, y como si sus amigos fuesen los míos, con sus nombres.

 
PAJARRACO:
"Las gafas huyen igual que el dogma, la seguridad y la prepotencia. Prefieren darle tiempo al tiempo, nos obligan a buscar un punto de vista propio, que nunca llega a confundirse con la visión deslumbrada de las verdades absolutas". (Luis García Montero. Una forma de resistencia. Alfaguara, 2012).

Escribió el poeta Luis García Montero que las gafas le regalan "un punto de vista propio a la hora de mirar la realidad". Al protagonista de Jaime y las gafas mágicas le pasa algo parecido, aunque él no sea capaz de decirlo con unas palabras tan sofisticadas. Un día el médico le dice que tiene que usar gafas. Él no quiere, pero poco a poco va descubriendo las virtudes de sus anteojos. Las gafas rojas le acaban regalando un gratificante punto de vista propio. Ocurre a menudo en la vida: lo que al principio se percibe como un drama acaba siendo una liberación.

Ha sido empeño mío que escribiéramos sobre Jaime y las gafas mágicas. No creo que sea el mejor libro que hemos leído juntos Pajarito y yo, ni mucho menos. Si la autora del texto, Anatxu Zabalbeascoa, periodista que escribe sobre arquitectura y diseño en El País con una claridad de ideas envidiable, se hubiese puesto las gafas de mirar como un niño, tal vez la historia habría resultado diferente. Pero, a pesar de ello, hay muchas cosas que me gustan mucho de este libro.

Por ejemplo, las ilustraciones. Si he querido que escribiéramos sobre Jaime... en una de las primeras entradas es porque, igual que este blog, nace de la colaboración entre un adulto y un niño, en este caso Zabalbeascoa y su hijo Telmo. Cuando un compañero de clase de Pablo, otro hijo de la autora, empezó a usar gafas, Zabalbeascoa y Telmo se pusieron manos a la obra. Ella escribió el texto; él lo ilustró.

Comenta la autora en las respuestas a unas preguntas que amablemente nos ha contestado por correo electrónico y que adjuntamos en una entrada aparte que "los niños nunca vuelven a dibujar con tanta fuerza como cuando tienen 6 años". Telmo realizó los dibujos de Jaime... a lo largo de más de un año. Empezó con 5 y acabó con 7. Y es verdad que tanto el trazo como el color tienen una enorme expresividad. 

Hay detalles de gran sutileza como la mirada hacia arriba de Jaime en la portada... 




... la forma en que se disponen los objetos que va encontrando, en la página 19...



... o la inclinación del tronco del protagonista en la última página mientras manda callar con picardía.



Elementos como un Mr Potato o el símbolo de una conocida marca deportiva en las zapatillas del protagonista dan un involuntario pero encantador aire pop al asunto. Y demuestran que Telmo sí se ha puesto las gafas de niño. Bueno, que, en realidad, no ha tenido que ponérselas, porque él sí que tiene la mirada de un niño, claro.

El papel en el que están impresos esos dibujos, de un blanco nuclear, sin brillo, de mucho gramaje, casi una cartulina, les dan un aire más auténtico todavía. Por eso me parece del todo innecesario el reclamo de mencionar la edad de Telmo en la portada. Hubiese bastado con un apunte en páginas interiores. Pero, vaya, es una cuestión menor.

Decía que hay muchas cosas que me gustan mucho de este libro. La que más, ya lo he dicho, que lo hayan hecho entre un adulto y un niño. Pero hay otra que también me encanta. Es la recomendación de lectura que hace la autora en la página 2: 

"Como todas las historias reales, éstas pueden suceder en varios lugares a la vez. Así es que si en vuestra clase hay algún niño, o niña, con gafas, la historia de las gafas mágicas puede contarse cambiando el nombre de Jaime por el de Beatriz, Juanjo, Pepita o Teodoro. Además, los nombres de la profesora y los compañeros también se pueden cambiar para adaptar este cuento ¡a cualquier clase del mundo!"

"Pienso que las cosas deben servir a todos", dice Zabalbeascoa. Si Jaime y las gafas mágicas se hubiese quedado en eso, en Jaime y las gafas mágicas, si no hubiese podido ser también PAJARITO y las gafas mágicas, por ejemplo, a lo mejor no lo habríamos leído tantas veces.

Anatxu Zabalbeascoa: “Los niños nunca vuelven a dibujar con tanta fuerza como cuando tienen 6 años”


Hace un tiempo a Jaime, un chaval de entonces 3 años, le pusieron gafas. Pablo, un compañero de clase, empezó a hacerle preguntas a su madre sobre las gafas de Jaime. La madre de Pablo resultó ser Anatxu Zabalbeascoa (Barcelona, 1966), periodista especializada en arquitectura y diseño. En el colegio de Jaime y de Pablo todos los años invitan a los padres de los alumnos más pequeños a contar un cuento en el aula, y Zabalbeascoa vio en las preguntas de Pablo que la historia de Jaime y sus gafas podría interesar a todos los chavales, así que le dio forma. Su hijo Telmo, que entonces tenía cinco años, empezó a hacer algunos dibujos. Durante más de un año continuó haciendo ilustraciones. En 2010, la editorial Blume publicó aquella historia y aquellas imágenes en forma de libro: Jaime y las gafas mágicas. La autora ha tenido el detallazo de contestar por correo electrónico los gorjeos y graznidos de PAJARITO y PAJARRACO. 


P. En la última página del libro cuenta cómo surgió el cuento: un compañero de su hijo Pablo empezó a llevar gafas y ante las preguntas de Pablo decidió escribir con él esta historia; su hijo Telmo se hizo cargo de los dibujos. ¿Cómo surgió la oportunidad de publicarlo?
R.
Un amigo me presentó a Leopoldo Blume [director editorial de Blume] y yo le llevé la propuesta. Funciona así. Piensas que está bien lo tuyo, a veces gusta y otras (muchas) no. A Leopoldo le gustaron los dibujos. Luego leyó la historia.


P. ¿Por qué pensó que era una buena idea publicarlo?
R.
¿Por qué se piensa que las ideas son buenas? ¿Porque te gustaría leer el libro? Porque gustó a los niños.


P. ¿Era la primera vez que escribía para niños?
R.
No. Tengo diez cuentos infantiles publicados. Cuatro en Tusquets [Valentina en Nueva York (2007); Valentina en París (2007); Valentina en Barcelona (2009), y Valentina en Madrid (2009)], cuatro en Beascoa [Miedo a todo (2008); Miedo a no ser el primero (2008); Miedo a la oscuridad (2009), y Miedo a los perros (2009)] y uno, posterior a Jaime y las gafas mágicas, en Edebé [Ser o tener (2012)].


P. ¿Qué libros le gusta o le gustaba leer con sus hijos?
R.
Hay un montón de libros buenos y cuatro montones de libros malos. Me gusta lo que hace pensar.


P. ¿Qué libros le gustaban a usted cuando era niña?
R.
Los que me hacían pensar o desear algo. Soy de la época de Los Cinco… [serie de 21 títulos escritos por la inglesa Enid Blyton entre 1942 y 1963].


P. ¿Por qué empezó su hijo Telmo a hacer los dibujos? ¿Fue iniciativa propia o se lo pidió usted?
R.
Para ilustrar el cuento que yo debía contar. Le gusta dibujar. Es un niño de su época y me pidió parte de los royalties (creo que le compré un balón de baloncesto).


P. ¿Cómo ideó Telmo los dibujos? ¿Le hacía usted sugerencias? Hay detalles muy sutiles.
R. Los detalles son cosa del niño. Creo que los niños nunca vuelven a dibujar con tanta fuerza como cuando tienen 6 años. Luego lo hacen demasiado bien. De hecho, en este libro se ve diferencia entre los primeros dibujos y los últimos (no en orden del texto sino en orden cronológico). Se nota los que hizo con 6 años y pico.


P. ¿Los dibujos cambiaron u orientaron el texto de alguna manera?
R.
El texto fue lo primero.


P. Esto le interesa especialmente a PAJARITO: ¿qué técnicas usó Telmo?
R.
No hay tratamiento digital. Dibujo a lápiz, pintado con acuarelas y repaso con rotulador fino negro.


P. ¿Qué aprendieron uno de otro, si algo, haciendo este libro?
R.
¡Que Telmo es un perezoso!  A los niños les gusta empezar cosas; acabarlas es otro asunto...


P. A nuestro juicio, uno de los grandes aciertos del libro es la recomendación de lectura de la pág 2, esa invitación a cambiar los nombres de los personajes por los de personas del entorno de cada lector. ¿Cuánto debe esa idea de adaptación o transformación de la obra a las necesidades o gustos de quien la va a disfrutar en cada momento a su manera de entender el diseño, la arquitectura y el urbanismo?
R.
¡El libro no tiene nada que ver con la arquitectura! Pero sí pienso que las cosas deben servir a todos.


P. ¿Usan gafas alguno de los dos, Telmo o usted?
R.
Javier, el padre de Telmo. Azules y con mucha graduación.


P. ¿Le parecen las gafas, en general, un objeto bien diseñado o un objeto fallido?
R.
En general es difícil contestar. Hay de todo, bueno y malo.


P. ¿Cree que confieren identidad, más allá de las gafitas redondas de Le Corbusier a las que se ha referido alguna vez?
R. 
¿Cómo saben eso? ¿Escriben sobre arquitectura?


P. Dice que entender el diseño y la arquitectura le ha ayudado a entender la sociedad y el mundo. ¿Qué sitio cree que ocupan los niños en el mundo hoy? ¿Hay un esfuerzo por entender cómo piensan, sienten, actúan?
R.
Un sitio alejado que nos está alejando a todos. 


P. ¿Hay un esfuerzo por entender cómo piensan, sienten, actúan?
R. Creo que la ciudad debería esforzarse por recuperar a los niños, y los padres, por que los niños recuperen la ciudad. Todos saldríamos ganando. Mis hijos fueron los primeros de su clase en ir caminando solos al colegio. Cuesta dejar ir, pero es fundamental aprender a tomar decisiones, a estar atento y poder descubrir la ciudad. Una de las primeras entradas del blog que escribo en elpais.com, ilustrada, no por casualidad, con la cara de Jaime (que, por cierto, existe y se parece) que dibujó Telmo, hablaba de ello. Eso lo sigo pensando hoy.

domingo, 30 de junio de 2013

En el lodazal

El cerdito, de Arnold Lobel. Kalandraka Ediciones Andalucía, 2009




PAJARITO:
Ayer leí El cerdito. Es un libro de 67 páginas con muchos dibujos bastante bonitos. Cuenta la historia de un cerdito marrano que se queda sin lodazal el día que la granjera decide limpiar la granja. Al cerdito lo que más le gustaba era sentarse y bañarse en el lodazal, así que decide marcharse de la granja. Después de muchas aventuras llega a la ciudad, donde, por fin encuentra lo que buscaba. O eso cree...

Me ha gustado mucho. Es muy fácil de leer y comprender, aunque hay palabras que me han tenido que explicar mis padres como lodazal, que es un charco con barro, o enojado, que significa muy enfadado.

Es un libro divertido. El cerdito es bastante valiente porque decide marcharse de la granja, pero también tiene miedo, por ejemplo, cuando se encuentra con otros animales en la charca.

Lo que más me ha gustado del cuento es cuando llegan las bomberos en ayuda del cerdito.




Lo que menos me ha gustado es la granjera.

El cerdito me ha caído bastante bien, aunque creo que a mí no me gustaría vivir en un lodazal.



PAJARRACO: 
Hace unos años, en la Feria del Libro de Madrid, una de las mujeres que atendían con tanta dulzura como eficacia la caseta de la editorial Kalandraka nos recomendó las Historias de ratones de Arnold Lobel. 'Todos los libros que ve aquí', nos dijo, 'están contenidos en este'. Exageraba, pero no mucho. Historias de ratones es un libro fantástico, como bien sabe cualquier compilador de literatura infantil. De hecho, uno de sus relatos aparece en la antología con que PAJARITO está aprendiendo a leer en el colegio.

Viene esto a cuento para explicar que cuando El cerdito llegó a nuestra casa ya éramos todos grandes admiradores de Lobel (EEUU, 1933-1987), admiración que no hizo sino crecer después de leer este libro.

Se suele apuntar que Lobel publicó varios libros en la colección I Can Read de Harper & Collins, pensada para que los niños aprendan a leer, y que eso explica la sencillez de su estilo. En realidad, la primera colaboración del escritor e ilustrador para esa colección es de 1970 y El cerdito se publicó por primera vez en 1969.

Pero, más allá de la sencillez de la expresión, lo cautivador de este cuento es la sencillez de la propia historia que cuenta. No es extraño que PAJARITO diga que es fácil de leer y comprender. Lobel tiene una sensibilidad extraordinaria para entrar en la mente de un niño. En un artículo publicado en 1999 en la revista argentina Imaginaria, Roberto Sotelo definía las narraciones de Lobel como "entrañables, ingenuas, algo melancólicas y decididamente hermosas", y no otra cosa es El cerdito.

En el fondo, su protagonista solo es un ser desvalido a quien la granjera se empeña en cambiar y a quien el granjero no termina de defender. En esa búsqueda de un sitio en el que encontrarse a gusto acaba atrapado, observado por todos, angustiado y sin entender nada. 




El cuento tiene un final feliz, la granjera acaba entendiendo al cerdito y el animal vuelve a su pocilga, donde retoma su plácida y sucia existencia sin hacer daño a nadie. Pero uno no puede evitar cerrarlo preguntándose si en la vida real tenemos derecho a tener nuestro lodazal como nos dé la gana o estamos rodeado de granjeras empeñadas en limpiárnoslo.